Su novio desde hace seis años fue acusado de matar a Ingrid Lizeth Coronel, travesti y trabajadora sexual, el 11 de mayo, en Bogotá. La muerte fue de una puñalada, después de haber bebido con otro joven, y en la calle.
¿Historias de jóvenes? Parece verdaderamente un crimen pasional y no de odio, como dice el periódico digital donde leo esta noticia, en una sociedad en la que éstos son corrientes sobre las personas GLBT, aunque en Bogotá, según añade, nuestra comunidad haya ganado en hacerse respetar.
Sin embargo, hay dimensiones de la realidad que hay que analizar todavía. ¿Por qué una joven travesti es trabajadora sexual? ¿Por una elección personal o porque no le ha quedado más remedio? ¿Por qué se intuye que este trabajo sexual se realiza en condiciones de marginalidad, fuera de toda regulación que desmarginalice la vida de las trabajadoras?
En resumen, otra transexual latina ha muerto en su juventud debido a las condiciones en que tenía que sobrevivir, que son las del odio social que la envió a un trabajo sexual también marginado. Ingrid es la víctima de un crimen pasional, pero en condiciones de odio social, más allá de lo personal.
Una única información me parece muy alentadora en la noticia: la de que el respeto a nuestra comunidad haya crecido algo en Bogotá, y que eso sea no por concesión de otros, sino porque ellas mismas se hayan hecho respetar.
Ingrid Lizeth, compañera, en tu juventud injustamente rota, descansa ahora en paz, y que tu memoria nos dé fuerzas para seguir luchando por el respeto a nuestros derechos.
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