Ingrid Huayaba Gonzáles, de veintitrés años, ha muerto lanzada a la calle desde su apartamento al parecer por Juan Carlos Ugarte Alcántara, que convivía con ella, en el barrio del Cercado de Lima.
Esta historia es tan triste que llega a ser angustiosa. Una trans jovencísima, que empezaba su vida, pero sin más salida que la marginalidad, y a quien da muerte precisamente la persona en quien había confiado para convivir.
Esta tristeza hace más triste aún el léxico que ha usado el periódico peruano "Ajá" al dar la noticia, usando ante la muerte los términos frívolos que no deberían usarse ni en una conversación ante unas copas: la víctima es clasificada entre los "raritos" (¿hay una sonrisa sarcástica al elegir este nombre?) y el presunto amante y asesino entre los "matacabros" (¿se produce entre los lectores una carcajada?) Y pone comillas, sin justificar por qué, al hablar de sus amigas y colegas.
Para compensar esa manera de dar la noticia, queremos enviar lo primero nuestra condolencia a la señora madre de la víctima, si nos puede leer; enseguida a toda su familia, a sus amigas y compañeras de trabajo, y también desear y pedir que Ingrid descanse en paz.
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