Cuando creíamos que la violencia contra las trans ya era el pasado en la Península, una amiga me da la noticia de que otra amiga ha muerto asesinada. Esta vez, me ha tocado de cerca. Pocos saben que Rosa Pazos estuvo en la primera hora del movimiento transexual en España, al dirigir un escrito al Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, en 1997, en defensa de los derechos de las personas transexuales, que contribuyó decisivamente a que José Chamizo se pronunciara extensamente, y a que en 1999, el Parlamento de Andalucía aprobase una Resolución No de Ley que fue el primer posicionamiento de un cuerpo legislativo español expresamente en favor de las personas transexuales, lo que abrió paso al proceso que culminó en 2006 con la aprobación de la Ley de Identidad de Género por las Cortes Generales.
Rosa estuvo por tanto en la primera hora de ese proceso, y siguió en él por medio de su militancia en la CNT anarquista. Ahora ha sido asesinada y todavía no sabemos nada de las circunstancias. Pero me temo que, sea quien sea el culpable y el motivo, haya sido un crimen de odio. Hace muy pocos días, otra mujer transexual, Nova, fue golpeada en Madrid en circunstancias patentes de odio a la libertad que las transexuales representamos.
En todo caso, las y los transexuales, por solidaridad, por agradecimiento y por cariño, vamos a seguir con mucha atención la investigación policial y judicial de los hechos, para que se haga justicia. Mientras tanto, descansa en paz, Rosa, amiga mía.
De Diario Público, España
Asesinada una activista transexual
Rosa protagonizaba diariamente una protesta contra “la mafia policial”
Rosa Pazos, de 47 años, activista por la libertad y los derechos de los transexuales, fue encontrada muerta en su domicilio de Sevilla el pasado 11 de julio. Los bomberos hallaron su cadáver en su vivienda del barrio de La Barzola. Trasladado el cuerpo al Anatómico Forense, los médicos descubrieron que Rosa, mujer transexual, había recibido una puñalada en el tórax.
Publico-. Rosa protagonizaba diariamente una protesta contra “la mafia policial”, por la que se sentía perseguida. Su obsesión probablemente se derivaba de la esquizofrenia que padecía, por la que nunca pudo obtener ni el cambio de nombre ni la cirugía de reasignación de sexo. Rosa también sufría frecuentes agresiones físicas y psicológicas de carácter transfóbico, según varias personas de su entorno.
Legalmente, Rosa era Francisco Javier, pero nadie la llamaba así. José Luis Sánchez, psicólogo de la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), la trataba desde hacía años. Aunque rehusó revelar cualquier dato clínico, sí explicó que debido a los requisitos para obtener la reasignación y el cambio de nombre, nunca los pudo conseguir, algo que considera injusto. “Siempre tuvo claro que era una mujer. ¿Por qué una mujer transexual no puede tener problemas mentales?”, se pregunta Sánchez, en una reflexión compartida por Mar Cambrollé, presidenta de ATA.
Rosa murió en el piso que heredó de su madre, a la que cuidó hasta su muerte. Personas de su entorno señalan que su transexualidad la alejó de su familia e incluso fue la causa de que fuera despedida de la empresa de mantenimiento en la que trabajaba. Una amiga explicó que la última vez que la vio estaba “muy deteriorada”. Rosa era anarquista y colaboró durante años con la CNT como activista por los derechos de los transexuales.
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