lunes, 15 de octubre de 2007

Carla Valeria es travesti y maestra desde hace quince años



Poco a poco van apareciendo experiencias de buena integración en la sociedad argentina. Ésta muestra que las circunstancias de cada cual son determinantes, pero aún así hay que aprovecharlas con prudencia y paciencia.

De La Capital, Argentina
domingo, 14 de octubre de 2007


Es travesti y maestra, pero dice que su caso es “excepcional”

Carla Valeria trabaja desde hace 15 años en una escuela de Villa Gobernador Gálvez

Eugenia Langone / La Capital

Carla Valeria es el nombre que eligió, pero no es el que usa para firmar las libretas de sus alumnos. Es travesti y maestra de grado en una escuela de Villa Gobernador Gálvez desde hace más de 15 años, y asegura que “nunca” se sintió discriminada. Sin embargo, sabe que su situación laboral “no es la regla, sino la excepción” entre sus pares, que en “la mayoría de los casos tienen que trabajar en la calle”. Por eso, Carla se sumará a las Jornadas de Inclusión Laboral para Travestis y Transexuales de Rosario (ver aparte) con “la esperanza que estas políticas den resultado”.

   El caso de Carla no es el primero en el país. En agosto, en una escuela de Tierra del Fuego, varios padres denunciaron a una profesora travesti para que no pudiera seguir dando clases, pero el Ministerio de Educación de esa provincia ratificó que “la docente continuará en funciones”.

   Pero su experiencia está lejos de la de la docente fueguina y de los casos de las travestis que llegan a la Justicia denunciando que fueron despedidas por su condición sexual. “Nunca me sentí discriminada”, insiste.

   —¿Cómo construiste tu identidad sexual?

   —Cuando terminé la secundaria hice un año de la carrera de Derecho, pero deserté y empecé a estudiar de maestra. Ahí ya concurría el ambiente y se fue gestando esta curiosidad por los travestis. Después empecé a agregar a mi cuerpo diferentes elementos, desde la ropa y las uñas largas hasta la depilación y las hormonas. Fue un proceso paulatino y bastante lento.

   —¿Cómo fue tu ingreso a la escuela?

   —Cuando me recibí quedé como maestra interina en la misma escuela donde había realizado los primeros reemplazos y de ahí no me moví. Por eso, mis compañeras y los directivos vieron la transformación que yo hice y que no fue de un día para el otro.

   —¿Fue un proceso que hiciste ya dentro de la institución?

   —Sí. Creo que como travesti me hubiera sido muy difícil ingresar al sistema. Igual hay pautas que respeto.

   —¿Cuáles son?

   —Las libretas de los chicos no las firmo con el nombre que elegí, sino con el que está en el documento. Además, no llevo maquillaje a clases y tampoco uso pollera.

   —¿Alguna vez te sentiste discriminada en el trabajo?

   —Nunca. Tengo una relación muy buena con mis compañeras. Hace 15 años que soy docente en esa escuela. Además, hago mi vida normal porque no tengo nada que esconder. Sé que mi caso es la excepción porque para muchas de las chicas todo es más difícil, tienen problemas con la familia, en el trabajo y tienen que trabajar en la calle. Pero tengo que decir que nunca me discriminaron.

   —¿A lo mejor porque buscaste un perfil bajo?

   —No, siempre fui una persona muy expuesta. Claro que hubo momentos donde me pregunté si mi elección ponía en riesgo mi trabajo, pero me di cuenta de que siempre habría gente a favor y en contra. Y tengo claro que la escuela es la institución donde voy a trabajar y no a hacer amistades.

   —¿Qué grado tenés?

   —Me han tocado chicos de los primeros grados, pero prefiero los grados superiores.

   —¿Qué preguntan los chicos y qué contestás vos?

   —Quieren saber todo. Una vez en una clase un chico me preguntó: “¿Tenés novio?”; y otra vez mientras yo estaba corrigiendo en el escritorio, una nenita se acercó y me dijo: “Dice mi mamá que usted se depila la cejas”. Los chicos salen con esas cosas y son muy observadores. Entonces esas situaciones en el aula se dan siempre, pero hay cosas que les digo y otras no porque son de mi vida privada. Y porque hay que ponerles límites.

   —¿Cómo te llaman los chicos en la clase?

   —Los dejo que me llamen como les sea más cómodo y sin faltar el respeto. Me dicen “profe” o “Carli”, pero la verdad es que nadie me llama por el nombre del documento. Diferente es con el personal directivo que son más conservadores y sí me siguen llamando por el nombre impuesto. Pero la verdad es que a mi no me genera ningún conflicto.

   —¿Y cómo es la relación con los padres?

   —Nunca tuve un problema, y si lo tuve nunca fue por mi condición sexual. Es más, los cuestionamientos que me hicieron fueron por una nota a un alumno, pero jamás por otra cosa.

   —El trabajo es donde los travestis más sufren la discriminación, pero no es tu caso.

   —Tengo claro que mi caso es una excepción porque la mayoría de las chicas se ven empujadas a prostituirse con frío, calor, lluvia y lo que sea. Y si las contratan, después las echan. Ellas mismas me hacen sentir que mi caso no es el de la mayoría y dicen que eso te hace ver las cosas de otra manera. Quizá sea cierto.

   —¿Alguna vez tuviste que trabajar en la calle?

   —No, nunca tuve necesidad de hacerlo.

   —¿Creés que la de Rosario es una sociedad hipócrita?

   —Hay aspectos en que te discriminan y en otros en los que no. En cuestiones de socialización, te reciben bien y son bárbaros. Pero cuando la cuestión es la presencia de un travesti en un empleo formal, se les va la apertura y te discriminan. Y eso pesa, porque uno lo único que busca es que te reconozcan como persona, que no te conviertan en un número.

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